
Resulta sorprendente revisar las noticias y notar como distintos blogs, tweets y notas de prensa dan cuenta del inevitable riesgo de obsolescencia que – transversalmente – corren prácticamente todas las profesiones ante la la irrupción de distintas herramientas de inteligencia artificial.
En ese escenario, resulta curioso constatar que –en una esquina silenciosa– la profesión legal (particularmente la vinculada a la litigación) se siente “blindada” y gozando de buena salud.
¿En qué radica esa tranquilidad?
Históricamente, es sabido que uno de de los sectores más aversos al cambio y a la adopción de la tecnología es precisamente el vinculado con el Derecho. Muchas de sus instituciones, particularmente las relacionadas con el Derecho Civil, se han mantenido incólumes por cerca de dos milenios.
Incluso más, ante la sola proposición del tema, no es extraño que los más férreos defensores del gremio citen algunos de los bullados casos en los que algunos abogados –a todas luces poco prolijos– han perdido juicios o han hecho públicamente el ridículo por efectuar presentaciones en las que se citan artículos derogados o casos precedentes inexistentes.
¿En qué punto de desarrollo de la inteligencia artificial legal nos encontramos hoy?, la respuesta es: en uno aún insuficiente. Sin embargo, esta pregunta no es la interrogante correcta.
La pregunta correcta es: ¿Cuánto demorará en estarlo?, y la respuesta es: en menos tiempo del que la mayoría de la gente cree.
En menos de tres décadas pasamos del abogado que trabajaba solo con su máquina de escribir, sus códigos y normativas impresas, a la litigación no presencial, la búsqueda de normativa en línea, de jurisprudencia ilimitada y la suscripción de documentos legales por medio electrónicos.
Siempre es aventurado establecer fechas concretas para el arribo con propiedad de la incorporación de soluciones legales basadas en IA, pero una cosa es cierta: sin perjuicio que la profesión legal probablemente no será sustituida (existen múltiples habilidades de litigación y de relación con clientes que difícilmente puedan ser replicadas por tecnología), la forma en la que históricamente esta se ha desarrollado cambiará definitiva e inevitablemente a partir de ahora.
Solo como referencia los invito a pensar en la voluminosa cantidad de información que cada proceso judicial individualmente considerado requiere sistematizar, filtrar y emplear en cada litigio, tales como contratos controvertidos, anexos, declaraciones de testigos, revisión de extensas comunicaciones entre las partes y un muy largo etcétera. Cuánto más podría producir un abogado que trabaja solo o con alguien más de contar con herramientas que le permitan –si bien no desentenderse completamente– a lo menos multiplicar sus esfuerzos y su capacidad de manejar causas de no solo correcta, sino que sobresaliente. Teniendo además sobre la mesa un detallado análisis de la forma en la que un tribunal en particular decide; del juez que está subrogando al titular; del estilo de la contraparte o de la posibilidad de contar con un pronóstico que lo oriente en el mejor monto de terminar una causa por acuerdo.
Esto naturalmente nos lleva a la pregunta: ¿de qué forma deberán actualizarse las prácticas a estos nuevos tiempos?, pudiendo desde ya prever que una nueva habilidad no solo deseada ni recomendable, sino que derechamente fundamental, será la de contar con las capacidades técnicas suficientes para incorporar de
manera eficiente toda la información en una solución legal, para que esta –a su vez– guíe adecuadamente los siguientes pasos estratégicos necesarios.
¿No es acaso mejor invertir el tiempo necesario en “entrenar” a un abogado junior en invertirlo en una forma de inteligencia que, a diferencia del primero, no se ausentará del trabajo, no renunciará y se irá a un estudio de la competencia en “entrenar” una solución tecnológica, que no puede sino mejorar continuamente?
¿Cuáles sería las magnitudes de ahorro para un estudio de abogados que aplique correctamente este método, en comparación con la forma tradicional?
¿Cómo podría litigar en igualdad de condiciones contra mi contraparte, en términos competitivos, cuando este cuenta con un boost y herramientas de las que yo carezco?
En suma, el tiempo de la IA será resistido, principalmente por los propios abogados, pero en la medida que mi contraparte lo utilice, es una ventaja que sencillamente no se podrá conceder.
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